Creemos haber llegado a Mendocino por la Highway 101. Seguimos las señales hacia un camping. Es de noche. Nos recibe un paisano muy borracho con una linterna. Me lleva a su caravana-hogar. Me ofrece un whisky. Relleno una ficha y le pago 20 dólares. No quiere ver mi pasaporte, no le importa quién soy. Buenas noches.
Planto la tienda en la parcela que me asignó. Alrededor, fuegos de familias y grupos de amigos.
En coche, vuelvo al pueblo por el que pasé por el camino, a ver la feria de las manzanas. Entre cheer liders y cowboys, en un hangar se exponen las manzanas más grandes, más rojas, más brillantes. Los tomates más enormes, más naranjas. Las calabazas obesas. Y maquetas del pueblo hechas con legumbres.
Me voy a dormir, hace muchísimo frío. Al final, me meto en el coche. No duermo mucho porque también hace frío en el coche.
Cuando despierto, descubro que estoy enmedio de un densísimo bosque de Redwoods, las sequoias de la costa, los árboles más altos del mundo. Doy un paseo. A los pies de los gigantes, hay prados umbríos de tréboles también muy grandes, a escala con los árboles. Mirando entre ellos, me encuentro uno con cuatro hojas... ¡A mi moleskine!
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