Escribo este hasta luego desde mi ya segunda semana en Madrid. Sólo un hasta luego, porque el espíritu de este tiempo que pasé en tierras amarillas-blancas-grises y entre árboles verdes-inmensos-brillantes, ese espíritu sigue en mí.
Luisa, mi compañera de Colombia, me contó mientras observábamos el vuelo de un águila en el Monte Tamalpais, que los nativos americanos solían decir que el hombre no ve a los animales, sino que los animales se le muestran al hombre para que éste, al verlos, reciba un mensaje de la Naturaleza.
El espíritu de esa águila, de ese momento, de esa fuerza de la tierra, de todos esos olores, de esa armonía bajo mis pies, está atesorado en un sitio muy profundo de mí. Y al lado de ese sitio, hay otro espacio donde he guardado las sonrisas de la gente por la calle, su desconocimiento del estrés, su paz y su forma de mirar a los demás.
Hasta luego California. Tu brisa ha viajado conmigo hasta Madrid.
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