(del 3 al 7 de julio de 2013, puesta de largo del bro juan)
Poco puedo escribir yo sobre Marruecos.
Porque de la tierra en la que te
sientes en casa, lo que querrías compartir serían menos las
palabras… y más los olores, los sonidos, las sonrisas, los
saludos, los sudores, los silencios, las llamadas de los imames desde
los minaretes.
Querría condensar en diez líneas un
millón de saludos, merhaba, hat said, makei mushkil, unas
cuantas risas, canciones que sonaban por cada esquina del gran Khaled
como siempre, el olor a humo de la bulliciosa Jemaa el Fna, ese
aturdimiento que provoca el calor y te lleva a perderte por calles
nunca antes pisadas.
Quisiera poner las manos de Zhora sobre
cada uno de vosotros y que os regalara un masaje en el hammam,
simultáneo con tres chicas marroquíes más, y las sonrisas pícaras
entre ellas al verme tan blanca y tan tatuada…
Quisiera que recorrierais esas
polvorientas carreteras repletas de gente en las cunetas yendo quién
sabe a dónde, recorridos donde el tiempo se estira como chicle en
una lentitud absurda que alterna con adelantamientos casi suicidas
por puertos imposibles en el Atlas o camino de la playa de Essaouira.
Y compartir el regalo de ver a mi
hermano sorprenderse, cerrarse, abrirse, cerrarse, abrirse… hasta
al final querer perder el avión y, de hecho, casi lograrlo. Jaja.
Partidas de cartas interminables en la mitad del día donde sólo se
oyen las chicharras que buscan una sombra para cobijarse.
Otra vez, Hám-dulilá,
Marruecos detiene el tiempo para mí y me hace tantos regalos que
Ryanair no me permite traerlos en la mochila y he de
desmaterializarlos e incorporarlos al alma. Y así me ocurre, que en
el Souk el Kebir un vendedor feliz de no venderme nada, asevera que
he de tener antepasados marroquíes… y eso creo pues en mi alma
tres días después aún resuena Aláaaaa-k-sbar.
Hasta pronto, nechaufu membaat,
imshá-Alá.
(las fotos en http://www.flickr.com/photos/gabbibbi/)
leído y precioso de arriba abajo, de abajo arriba
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